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¿Qué nos roban las maquinas?

Apuntaba el expresidente Adolfo Suárez en la transición española algo similar a la necesidad que se les trasladaba por parte de la población en tiempos de transformación tan trascendentales de tener que cambiar las cañerías pero sin cortar el agua.

Yo diría que al Gobierno se le pide con frecuencia que construya, o colabore a construir, porque todos somos cons- tructores, el edificio del Estado nuevo sobre el edificio del Estado antiguo, y se nos pide que cambiemos las cañerías del agua, teniendo que dar agua todos los días; se nos pide que cambiemos los conductos de la luz, el tendido eléctrico, dando luz todos los días; se nos pide que cambiemos el te- cho, las paredes y las ventanas del edificio, pero sin que el viento, la nieve o el frío perjudiquen a los habitantes de ese edificio; pero también se nos pide a todos que ni siquiera el polvo que levantan las obras de ese edificio nos manche, y se nos pide también, en buena parte, que las inquietudes que causa esa construcción no produzcan tensiones.

Era un reto muy difícil que la sociedad española supo vencer. Pero es que el cambio exige evolución y adaptación. Y todos somos constructores.

A menudo no somos muy conscientes de la velocidad de nuestras decisiones, de la rapidez a la que nos hemos acostumbrado a las cosas nuevas. Pero cuando uno se para a pensar, puede ver la ruptura que existe en la sociedad y que está provocando la tecnología. Dos nuevos mundos que se distancian entre sí. Para mí, una ruptura buena. Pero ruptura, al fin y al cabo.

La tecnología está transformando la sociedad a un ritmo vertiginoso en todos sus aspectos. La manera en la que nos comunicamos, la forma en que adquirimos productos, cómo realizamos gestiones o simplemente la limpieza de nuestro hogar ha cambiado por completo debido a la digitalización y la robotización. Esta situación no es fácil de controlar pero no podemos quedarnos atrás. Debemos, por tanto, adaptarnos.

David Espeso, compañero mío en Findasense, siempre me habla de las seis olas de la innovación, y siempre dudo a dónde nos llevará esta última ola. Tal y como yo lo veo es una cuestión no tanto cuantitativa, como cualitativa. Hay muchos empleos que ya no van a ser necesarios porque los van a desempeñar las máquinas, pero a la par, surgirá la necesidad de demandar nuevos perfiles profesionales. Lo que está cambiando es la naturaleza del trabajo.

De hecho, son numerosos los signos que parecen indicarnos que esa vieja discusión que afirmaba que los robots van a terminar por reemplazar a las personas en sus trabajos está cada vez más lejos de confirmarse. La tecnología ha creado en los últimos años más empleos que los que ha hecho desaparecer. Como se puede apreciar día a día, la incidencia positiva afecta muy transversalmente.

Ajustarse a esta nueva situación requiere adquirir otras capacidades que hasta ahora no eran necesarias. Desaprender mucho de lo aprendido y amoldarnos a la nueva realidad. Y para ello, es fundamental la conectividad, no sólo entendida como la conexión entre las personas o entre las máquinas sino también como la capacidad de interacción entre ambas.

Las nuevas tecnologías no tienen por qué ser el enemigo. Por eso he escrito el libro ¿Qué robot se ha llevado mi queso? donde descubrirás que la alianza entre hombre y máquina es la mejor apuesta. A lo largo de sus siete capítulos he tratado de recorrer «el laberinto» de una «nueva inteligencia humana» que nace fruto de los sorprendentes avances tecnológicos que estamos experimentando. Un debate, permanente y necesario, sobre todas esas preguntas que trae consigo el mundo tan cambiante en que vivimos.

Convierte el ruido tecnológico en conocimiento accionable.

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