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Brecha tecnológica: catastrofistas versus optimistas

«Hoy existe un quiebre entre quienes abrazamos la tecnología y quienes la combaten, dos mundos que cada vez se separan más con el surgimiento de nuevas fobias y detractores»

Resulta incuestionable que el salto tecnológico se ha producido. La realidad es que hay muchos más robots de los que creíamos, transformando parámetros conocidos hasta ahora como la automatización, la conectividad y la desintermediación. Lo que ocurre es que ahora empiezan a hablar y son más visibles y eso favorece la alarma entre quienes gustan de ser alarmados. Cada uno podrá afrontarlo de distintas maneras, pero que vivimos en un mundo automatizado y digital no puede ser puesto en duda y tampoco que eso está transformando el entorno del trabajo, del ocio, la economía, las relaciones personales y nuestra organización social.

Mi optimismo con respecto a la tecnología no es compartido por todos. Sin embargo, en el extremo contrario hay voces no ya solo escépticas o preocupadas, sino apocalípticas. Dichas voces proceden de los denominados neoluditas, cuyas visiones y actitudes merecen ser escuchadas porque parten de problemas o dudas que inevitablemente debemos observar en relación a la tecnología, los robots, la automatización o la inteligencia artificial. Ahora que vivimos tiempos de revolución tecnológica, no nos debería sorprender que emerjan movimientos de esta índole. Ya se habla de un neoludismo que se opone al desarrollo tecnológico, preocupado por el impacto que las nuevas tecnologías vayan a tener sobre los individuos, sus comunidades y el medio ambiente.

Resulta interesante lo que comenta el músico David Byrne, que percibe un fuerte peligro en los efectos que la tecnología tiene sobre la interacción entre las personas. Byrne alerta sobre el hecho de que nos vayamos viendo inmersos cada vez más en aplicaciones y dispositivos que poco a poco van reduciendo el nivel de interacción significativa que tenemos entre nosotros. Para contrarrestar, la entusiasta tecnóloga Andrea O’Sullivan aboga irónicamente por salvar a los robots de los humanos y responde a las principales críticas que, desde los segmentos más anti-tecnológicos, se están vertiendo actualmente.

Existen sobrados argumentos con los que hacer frente a los mensajes apocalípticos. Por ejemplo, se está hablando de una supuesta destrucción de empleo pero hay información que señala lo contrario. Por ejemplo Corea del Sur, el país más robotizado del mundo, tiene un nivel de paro no superior al 4% en los últimos cinco años. Tiene uno de los paros más bajos del planeta.

O’Sullivan nos deja una reflexión que bien vale la pena compartir: «El acto de creación necesariamente implica destrucción: la destrucción de viejos y habitualmente ineficientes modos de vida y producción. Pero de esta destrucción brota nueva vida, nuevas oportunidades, bienes y servicios sin los cuales, sencillamente, no podemos vivir.»

Convierte el ruido tecnológico en conocimiento accionable.

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